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FOTO: EL COMERCIO 

Retrato de la pareja presidencial

Publicado: 2015-08-25

Retrato del presidente ///  

Solo una vez lo vi. Él bajaba las escaleras de Larcomar con su esposa y yo estaba de salida. Lo felicité y le dije que no se chupara. Ambos sonrieron. Ollanta acababa de asumir la presidencia reafirmando la hoja de ruta, cumpliendo su compromiso. Fue así que la mayoría optó por él, capitalizando el voto pro-crecimiento y antifujimorista. Fue así que comprendió que debía encontrar un mínimo común entre la diversidad de demandas sociales y económicas que emergieron en aquellas elecciones.

El primer año me sorprendió. A pesar de las tempranas crisis y los consecuentes cambios de sus primeros gabinetes, su popularidad se mantuvo intacta. El carisma de la primera dama le sumaba. Su foco en la inclusión social se cristalizaba en la ambiciosa reingeniería de los programas sociales. Su estilo parco contrastaba positivamente con la grandilocuencia de sus antecesores. Pensaba que lo podía hacer bien hasta que esas fortalezas se agotaron, evidenciándose un retrato completo del mandatario.

No conozco a la persona, así que describo al personaje. El presidente es desconfiado, por eso su entorno es reducido y las alianzas le duraron poco. Es pragmático, no era izquierdista ni nacionalista, aunque su bandera fue siempre la inclusión social. Es picón, no es estratégico. Es un típico militar de mando medio, no es el general que analiza el tablero y diseña jugadas contundentes. Nunca orientó a la ciudadanía con visiones inspiradoras ni señaló horizontes auspiciosos. Siempre reaccionó mal ante las críticas. Boicoteó todos los esfuerzos de conciliación de los premieres. Peor aún, durante su gestión abrió todos los frentes contra la oposición sin haber generado antes correlaciones políticas a su favor. Humala ha sido un político torpe, terco. El precio de su falta de autocrítica se cobró por adelantado en las últimas Fiestas Patrias: es el presidente elegido por cinco años que gobernó apenas cuatro.

Las encuestas muestran el principal factor de su deterioro: la gente piensa que no cumplió con sus promesas, que no combatió la inseguridad ni la corrupción, entre otras cosas. Este es un gobierno más a media caña que desaprovechó las oportunidades acumuladas en tres quinquenios inimaginables.

¿Qué lecciones sacamos de todo esto? Que el país necesita políticos con solvencia estratégica, que “caminen derecho”, que se apoyen en una mínima organización de cuadros técnicos y políticos, capaces de sostener una propuesta programática consistente. ¿Es mucho pedir? Después de él, ¿el espacio para el outsider estará agotado? Ya veremos.


Retrato de la primera dama ///

Era una chibola en las elecciones de 2006 y estaba claro que era la compañera del comandante. En las últimas elecciones nos dimos cuenta que era algo más, que era la socia de un proyecto político familiar. Cada vez que Ollanta era entrevistado, Nadine estaba en la esquina del cuadrilátero, dándole indicaciones, repasando los mensajes claves.

Cuando los nacionalistas pasaron a la segunda vuelta, me sorprendió la flexibilidad con la que enfrentaron la situación, recibiendo el desesperado respaldo de “los garantes”, abandonando su discurso estatista por el de la hoja de ruta. Ahora podemos deducir que no fue Humala el poseedor de esa habilidad táctica sino ella, atenta a su instinto combativo y a los consejos de sus asesores cariocas. No es casual por eso que haya generado un amable entusiasmo, una especie de agradecimiento por la cordura que le imprimía a un presidente que había sido emparentado con el chavismo.

Al inicio del gobierno su carisma fue crucial para mantener e incrementar la popularidad del opaco mandatario. Ella fue la portadora de la visión social de un gobierno social. Durante los primeros meses se desveló que, en realidad, ella era algo más que una socia: era la directora técnica de un pequeño equipo donde el capitán tenía un papel protocolar. O eso parecía.

Cuando había una crisis mediática o institucional los interlocutores políticos y privados, civiles y periodísticos, supieron que había que despachar con ella.

La primera dama había dejado de serlo para convertirse en la coordinadora de un gobierno sin aliados orgánicos, aunque rodeado de muchos interesados. De pronto, el partido era su partido; los ministros, sus ministros; el gobierno, su gobierno. De allí que prendiera tan rápido la chapa de la “pareja presidencial”; de allí que a menos de un año de las elecciones sea ella la piñata a la que la oposición dispara sin descanso ni reparos.

Hoy Nadine Heredia está contra las cuerdas y con ella se debilita más un gobierno peleado con todos, hasta con sus propios partidarios. ¿Qué viene ahora? Dos asuntos realmente críticos para ella y sus huestes. El primero, clarificar todas las acusaciones de corrupción que han superado en gravedad las primeras descalificaciones de su frivolidad. Lo de las agendas no es poca cosa. El segundo, y no menos grave, deslindar las futuras acusaciones de usurpación de funciones. La pareja presidencial la tendrá difícil desde julio de 2016 pues está claro que los viejos zorros de la política se la van a cobrar y con intereses.


Escrito por

Sandro Venturo

sociólogo /comunicador


Publicado en

Perrhuno

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