#ElPerúQueQueremos

FOTO: SODALICIO.ORG

Los horrores de la bondad

Publicado: 2015-11-09

Sigo sorprendido. Quise que mi artículo del sábado pasado fuera sobre el libro de Pedro Salinas y Paola Ugaz, que devela las experiencias de 30 personas dentro del Sodalicio. Pero no pude y aún ahora me fuerzo a escribir estas líneas. Me resulta difícil tomar distancia del caso para compartir con ustedes una reflexión constructiva.

Siguen destapándose cosas cada vez más feas. Como una bola de nieve, pero esta es de podredumbre. Y la reacción de las autoridades involucradas hace todo más turbio, más lamentable. En un momento creí que Sandro Moroni –el actual superior general del Sodalicio- enfrentaría esta crisis con un ánimo determinante y reformador, acaso influenciado por la última parte del libro donde Salinas lo muestra calmado y consciente del desafío. Ahora siento que estos señores están haciendo lo propio de quienes tienen puesto el anillo del poder moral: no pueden dejarlo.

Me acuerdo de una vez en que una profesora nos retó a abrir el pecho. Me paró delante de todos mis compañeros para compartir mi testimonio. Empecé con cierta ironía a denunciar lo que hacía en las fiestas con mis amigos, de pronto estaba acusando mi insatisfacción entre la euforia de los fines de semana y el vacío que sentía solo en mi habitación. Todos me atendían en silencio. Pero una vez agotada la confesión, denuncié a mis compinches. Y en el camino no dudé en señalar a uno de ellos. Me sentía limpio, moralmente superior. Seguramente en mi cabeza yo lo estaba salvando del mal, pero en realidad lo dejé como a un idiota. Hace bien en no perdonarme hasta el día de hoy mi estúpida arrogancia, ese poder que venía de mi “bondad”.

¿Se imaginan ser parte de una institución donde esa incipiente superioridad moral se talla día a día hasta convertirse en un gran poder? Se trata de un forma de disciplina espiritual que se basa en controlar el cuerpo y las emociones, donde se lleva al límite la sumisión a una autoridad espiritual. ¿Nos debería extrañar que esas prácticas hayan llevado a las vejaciones más tristes y degradantes?

Pienso en la gente bien intencionada que siguió a estos canallas, en los niños que fueron manipulados y violentados, en los padres de familia que confiaron en una institución religiosa, en los allegados que los defendieron de las supuestas calumnias. Y pienso en todas las personas que conozco que viven la fe cristiana con dignidad y humildad. Ojalá este caso les sirva para ser tan fieles a su espiritualidad como rebeldes ante una institución que merece un cambio drástico y de raíz.


Escrito por

Sandro Venturo

sociólogo /comunicador


Publicado en

Perrhuno

Apuntes de Sandro Venturo