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La esperanza es una puerta que abren otros

Publicado: 2016-06-25

Estoy en un lugar llamado San José de Secce realizando un taller de derechos humanos para los comités de autodefensa. Estamos almorzando unos pollos a la brasa que trajimos en unos gigantescos cilindros desde Huanta, mientras conversamos de las polarizadas elecciones de ese año, 1995. De pronto, uno de los campesinos, un anciano bien parado, asocia la política a la guerra y comienza a narrar una antigua batalla entre los senderistas y ellos. Se le quiebra la voz. Un enfrentamiento en la oscuridad de la madrugada con palos, piedras, puños y armas de distinto tipo. Una tragedia en la que se confrontaban hasta parientes divididos por dos bandos. Silencio. Un largo silencio. De pronto otro rondero pide la palabra y se abre. Y otro. Y así sucesivamente. Ese día me acerqué apenas al interminable dolor que invadió al país, arrasando con la vida de miles de peruanos.

Cuando cayó la cúpula de Sendero Luminoso, muchos nos volcamos al campo para trabajar con las comunidades. Por fin se podía pasar. Todo lo que vi en esos años lo tengo grabado en mi cuerpo. Personas quebradas por la violencia, alcoholizadas, deprimidas, desesperanzadas. Y personas asombrosas reparándose, sacando adelante a los suyos, soñando con un pasaje que los llevara de las cenizas de ese infierno a un reino donde fuera posible sonreírle a la vida. Y tantas viudas. Y tantos huérfanos. Es increíble que todavía haya personas que creen que las secuelas de esa guerra son invenciones oportunistas.

Recuerdo también los valles marcianos de Ayacucho al caer la tarde, el silencio absoluto de sus profundas quebradas, la extrañeza de que allí, en ese hermoso paisaje sobrecogedor, tiraron muchas veces los cuerpos de personas que no escogieron estar en un conflicto inmisericorde, hombres y mujeres que no tuvieron dónde escapar. Nunca olvidaré tampoco a las señoras de la Federación de Clubes de Madres. Eran ellas las que encabezaban las marchas para reclamar por sus parientes desaparecidos. Siempre me impresionó su valentía, sus preguntas incansables, esa fuerza que no se amilana ante los desplantes oficiales. Gracias a su tenacidad es que se ha abierto una puerta de esperanza para todos los peruanos.

La aprobación esta semana de la “Ley de Búsqueda de Personas Desaparecidas” no solo da cuenta de reformas legales e institucionales hace mucho solicitadas por diversas organizaciones nacionales e internacionales, habla también de la oportunidad de miles de familias de vivir un luto postergado, de que se cumpla esa justicia prometida y hasta ahora esquiva. Habla, por último, de un momento inusual para una sociedad que se niega a curar las heridas de sus propios integrantes. Ojalá pasemos juntos esa puerta.


Escrito por

Sandro Venturo

sociólogo /comunicador


Publicado en

Perrhuno

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